El mundo alberga unas 73.000 especies arbóreas, un 14 % más de las conocidas hasta ahora, según las estimaciones de una gran estudio, por lo que probablemente aún quedan unas 9.200 por descubrir, de las que buena parte estarían en Sudamérica.
La revista PNAS publica hoy una investigación en la que han colaborado, durante tres años, un centenar de científicos, entre ellos de la española Universidad de Lérida, para crear la mayor base de datos forestal hasta la fecha.
El estudio pone de relieve la riqueza de los ecosistemas terrestres y su “vulnerabilidad” ante los cambios originados por el ser humano, en particular el uso del suelo y el clima, ya que “la supervivencia de los taxones raros se ve desproporcionadamente amenazada por estas presiones”, afirma uno de los autores Peter Reich, de la Universidad de Michigan (EE.UU).
Los expertos consideran que la mayoría de las especies aún desconocidas deben ser raras, con poblaciones muy reducidas y una distribución espacial limitada, lo que las hace especialmente vulnerables.
De las 9.000 especies desconocidas, el 40% es probable que se localice especialmente en Sudamérica, región que el estudio menciona repetidamente como “de especial importancia para la diversidad arbórea mundial”.
“Más allá de las 27.000 especies de árboles conocidas en Sudamérica, podría haber otras 4.000 especies aún por descubrir allí”, destacó Reich.
Esas especies podrían estar en los dos biomas compuestos por praderas, sabanas y matorrales, y bosques tropicales y subtropicales de la Amazonia, así como los bosques andinos situados a una altitud de entre 1.000 metros y 3.500 metros.
Por ello, destacó que la conservación de los bosques debe ser una “una prioridad absoluta en Sudamérica, sobre todo teniendo en cuenta la actual crisis de los bosques tropicales por impactos antropogénicos como la deforestación, los incendios y el cambio climático”.
América del Sur alberga también el mayor número estimado de especies arbóreas raras (unas 8.200) y el mayor porcentaje estimado (49 %) de especies endémicas del continente.
Para su estudio, los investigadores combinaron los datos de abundancia y presencia de árboles de dos conjuntos de datos globales -uno de la Iniciativa Mundial de Biodiversidad Forestal y el otro de TREECHANGE- que utilizan datos de parcelas forestales en el terreno.